Vanesa Ortega, la rampa más dura (El Periódico Extremadura)
Vanesa Ortega, montañera y campeona de España de kilómetro vertical, afronta cada noche el desafío de trabajar como enfermera en la zona de pacientes de coronavirus en el hospital Campo Arañuelo. |
«El año pasado no estuve compitiendo, sino preparando las oposiciones, dedicándome en cuerpo y alma, aunque luego no las saqué. Me equivoqué en encerrarme en casa. Mi última competición fue hace dos años, en Italia. En este me hubiese gustado empezar otra vez, pero se han dado estas circunstancias y…». Las «circunstancias» son que estaba contratada eventualmente en el departamento de Medicina Interna del hospital cuando estalló la crisis del coronavirus. «Es algo que te cambia todo», cuenta. Siguiendo la analogía sobre su actividad deportiva, «he subido rampas muy difíciles, pero de esta no veo el final».
Ortega está, como la mayor parte de sus compañeros, destrozada. Lo reconoce abiertamente: «Tengo un cansancio impropio de mi edad y de mi personalidad. Cada turno rotatorio te deja como si hubieses corrido una maratón. Sabemos que hay que dosificar, pero es que la carga emocional te deja agotada».
Por supuesto, el escenario visto desde fuera «es muy diferente». «Entiendo el sacrificio de todo el mundo confinado, de la gente perdiendo sus trabajos, pero nuestra realidad es otra. Es muy duro llegar a casa sola y no relacionarte con nadie. Llevo más de un mes sin ver a mis padres y a mis amigos, porque imagino que la carga viral que llevo es muy grande y no les voy a arriesgar. No salgo ni a comprar. Lo único que vivo es eso: sufrimiento, muerte. Intentas evadirte leyendo un libro o haciendo ejercicio, pero no puedo de lo cansada que estoy», lamenta.
Y es que el desgaste, apunta, «es emocional y te contrae los músculos. Tu cabeza no da más de sí. Parece que te vas a adaptando, pero muchos días salía llorando del hospital. Y yo que creía que era muy fuerte. Me evadiría más salir a correr y que la lluvia me cayese encima, pero...».
Una vocación
La deportista estudió Enfermería en Plasencia: «Para esto debes tener una vocación, y no solo en esta circunstancia de ahora. Cuidar enfermos es una circunstancia de dolor casi siempre, aunque también hay satisfacciones, por supuesto. Podía haber elegido otra cosa porque tenía facilidades, pero lo tuve claro siempre».
No tiene televisión «desde hace 15 años». ¿Y qué hace? «Miro muchos recuerdos, fotos y demás, tanto de cuando practicaba montañismo como de las carreras de montaña. Es algo que me ayuda», asegura. ¿Saldrá de esto una atleta más fuerte? «Sueño con salir a correr, pero no quiero ver muy lejos de ahora. Solo el presente y un poquito más allá, no mucho más allá. Quiero ser útil ahora, que es cuando se necesita».
Reconoce que le llegan dentro los aplausos generalizados de ocho de la tarde: «los primeros días me emocionaba. Los escuchaba desde la otra punta del pueblo y lloraba. Todo reconocimiento creo que es necesario, también para los policías, los bomberos, para quien está en un supermercado...». Y no entiende los carteles que piden a sanitarios en determinadas comunidades que se busquen otro alojamiento. «No hay palabras para definirlo. No son conscientes de lo que dicen. Tienen los ojos cerrados, enfermos. Necesitan un colirio».
Ahora, señala, ha «perdido la noción del tiempo». «Solo sé qué hora es cuando tengo que ir a trabajar. Allí ni usamos reloj y además es súper difícil llevar esa ropa. Sudas mucho y el enfermo ni siquiera sabes si eres el médico, el enfermero o la auxiliar y no te escuchan bien. Es supercruel para ellos, que además están solos», explica.
«Como personal sanitario hay muchas cosas que debemos callar, pero cuando pase esto sí debemos hacerlo para sentirnos mejor, pero en varios aspectos: los compañeros, los medios que hemos contado…». Y, antes de cerrar los ojos y soñar con el aire fresco de la montaña, deja un mensaje: «Lo más importante para mí no es ser una heroína, no quiero serlo».
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