Va a costar mucho
reponerse de esta derrota. Muchísimo. No ya porque sea otra más del Extremadura
Plasencia en el último segundo –con lo que se alarga la maldición placentina en
estos impases-, sino por la imagen ofrecida y la incapacidad de gestionar una
suculenta renta en los últimos minutos. A menos de dos minutos para el final
era de 14 puntos. Todo lo que sucedió después fue esperpéntico.
Fue el partido más gris de los que lleva disputado el
Plasencia, pero nadie se podía esperar una catástrofe de estas dimensiones. Sin excusas del desgaste del viaje o de la entidad del rival, el
Plasencia dominó desde el arranque.
El CB Tormes dejó muy claro desde muy pronto que iba a
circular lo menos posible por la pintura y que iba a apurar sus opciones desde
los 6,75 metros. Los triples no entraron y el Plasencia jugó a placer en el primer
cuarto, con transiciones cómodas que cerraban el primer cuarto en 14-20.
Fue un guion muy parecido al que se desarrolló en el segundo
parcial. Al Tormes le costaba horrores anotar y el Plasencia, al ritmo que
marcaba Medina, iba despejando el camino a la victoria (18-32, m.14).
Tras el descanso todo cambió. Al Plasencia le costó cinco
minutos anotar y el Tormes, sin hacer alardes, logró el primer empate (40-40).
Sin referencias anotadoras, Gallardo tiró del carro para salvar el primer
envite (43-48).
Roto el hielo, sus compañeros se unieron a la fiesta y 'finiquitaron'
el partido (53-67 a 01:56). A partir de ahí todo fue sonrojante. Pareció haber
más interés en engordar estadísticas individuales que sellar el partido, sin
agotar las posesiones de 24 o devolviendo balones de fondo para permitir correr
el campo. Y claro, también hay que meterlas. Parcial de 17-0, con cinco triples
sin fallo –pero sin hacer falta- y el último de Moreno sobre la bocina.
A riesgo de exagerar, uno de los capítulos más negros en la
historia del CB Plasencia Ambroz. Va a costar mucho reponerse de semejante
puñetazo en el estómago.